10 oct 2009

¿Por qué le das gracias?

¡Hola!
Espero que estéis disfrutando de este puente :)
Os quiero dejar hoy la acción de gracias de la misa de la semana pasada, está escrita por Román y la verdad es que es preciosa:


Aún no hemos empezado el curso y todavía planean sobre nosotros, inevitables, las sombras del curso anterior. Que difícil parecía todo al terminar el curso pasado y saber que Isra nos dejaba, que Silvia se puso malilla, que Álvaro y Javi estarían estudiando fuera todo el año, que Charo está esperando destino, seguro, lejos de aquí, que Quico quiere irse a Inglaterra a aprender inglés, que de los dos últimos cursos que se han confirmado (en total unos 30) sólo han querido seguir con nosotros unos 7 jóvenes…en fin, muchas cosas que durante el verano me han hecho pensar (nos han hecho pensar) que este año iba a ser muy duro.


Y me pregunto si es éste un buen momento para dar gracias, cuando la mitad de tu grupo ha volado de casa, buscando un futuro mejor… Me detengo unos instantes, y pienso: “EXACTO”, hoy es el día perfecto para dar gracias a Dios. Porque la alegría de ser cristiano no es la que se siente cuando todo va bien, sino aquella que no deja de brotar cuando las cosas se ponen cuesta arriba.

Ahora sí, ya hemos empezado el curso, ya hemos tenido las primeras reuniones, los mayores la primera convivencia, incluso algunos hemos ido a un encuentro de jóvenes a Guadarrama, en Madrid.


Rubén me decía al terminar el encuentro que teníamos que estar orgullosos de nuestra comunidad, porque somos como una familia, es decir, que hasta también nos peleamos… Y es que estos tres días nos han hecho muy bien. Lo necesitábamos, y en cierto modo también nos lo merecíamos: para cargar las pilas, para conocernos mejor, para disfrutar conversaciones juntos como antes, para echarnos la siesta y no dejarnos dormir, poner nuestras vidas en peligro jugando al “jungle speed” (¿verdad Lolo?), contar chistes hasta la madrugada, cantar vestidos de mujer, y sobre todo aprender un poco de cómo ser monitor y mucho de compartir la vida.


Este principio de curso nos ha servido principalmente para reafirmar una convicción (que nadie podrá quitarnos), vivir la fe en grupo, en comunidad, nos hace felices. Porque nuestras razones para alegría son más fuertes que las razones para la tristeza, y a esa alegría –os lo juro- no estoy dispuesto a renunciar.


Gracias Padre por hacer que este curso comience cuesta arriba.



Y ahora te pregunto yo: ¿por qué le das gracias?
Yo, porque pone a gente que siempre me coge de la mano y me muestra por dónde se va mejor, cuando no tengo muy claro el camino.

¿y tú?


Un beso.